¿Qué importa más, la historia o la dignidad?
Hablamos sobre la polémica por la publicación del libro El odio y nuestras conclusiones fueron más preguntas que respuestas, ¿te sumas a la conversación?
Hola, amigas, hace unas semanas la editorial Anagrama anunció la publicación de El odio, el libro donde Luisgé Martín narra el asesinato que José Bretón cometió contra sus dos hijos de 6 y 2 años de edad. La fecha estipulada para el lanzamiento era el 26 de marzo, pero la editorial frenó la distribución a raíz de que Ruth Ortiz, la madre de los niños, pidiera a la justicia que detuviera la publicación de la obra por vulneración al derecho al honor de los niños.
Os compartimos la conversación que hemos abierto entre nosotras sobre todo lo que nos suscita este tema y lo hacemos por dos razones: no tenemos verdades absolutas (¡y qué bien!), por ello nos gusta charlar lento, planteando preguntas que no vamos a resolver y también afianzando otras que para nosotras son esenciales. Hablar sin la necesidad de poner nuestra opinión por encima de otras y de que el debate sea un gran sí o no. Además queremos que esta intimidad que hemos creado aquí sea común, tan tuya como nuestra, por ello os mostramos nuestra conversación y la abrimos para continuarla con vosotrxs.
Dani: Chicas, estoy bastante impactada con lo que está pasando con la editorial Anagrama y el libro El odio, ¿lo vieron? Se ha frenado el lanzamiento, pero pienso que la respuesta de parte de la editorial son excusas o lo que podríamos llamar paños de agua tibia. Anagrama sacó un comunicado donde dice que comprenden «la sensibilidad que puede suscitar la exploración de la condición del asesino que aborda el escritor Luisgé Martín en El odio.», defiende que la literatura siempre ha tratado realidades complejas y dolorosas y afirma que «la literatura puede y debe abordar estos temas sin dejar de lado la complejidad que representan».
Las preguntas que esto me suscita es, ¿si la literatura puede narrarlo todo, eso significa que debería? ¿dónde queda el respeto por las víctimas? ¿es el deseo de narrar una historia más importante que la dignidad de las personas implicadas en ella?
Lu: Sí, leí sobre ello durante el fin de semana y me rondan varias preguntas ¿debe la justicia regularlo todo?, ¿puede acaso? Mi opinión es que ese libro no debería ver la luz, supone una revictimización totalmente evitable, además de que -independientemente de la intención del periodista que escribe el libro- hace el juego al asesino: con este libro continúa maltratando a la madre. ¿Debe eso analizarlo un juez? y bueno, ¿es la justicia un aliado de los derechos de las mujeres en situaciones como esta?
Mari: Bueno, ya sabemos que la justicia no es famosa por estar del lado de los derechos de las mujeres, pero creo que todas estas preguntas pueden socavar la idea de el arte está por encima de todo y que las personas que lo producen son seres más que humanos, como ha pasado tantas otras veces con artistas como Woody Allen, Roman Polanski, y por qué no decirlo, también con Virginia Woolf, de quien no solemos mencionar que era bastante racista, pero lo era. Hay un libro que me gustó mucho sobre el tema: se llama Monstruos, de Claire Dederer, y lo recomiendo para seguir interrogándonos sobre las cuestiones éticas que el arte también tiene, queramos o no. Vuelvo rápido a la pregunta que planteaba Dani: ¿qué importa más, la historia o la dignidad? ¡Alto melón se abre cuando nos la planteamos en profundidad!
Carla: Siempre que surgen casos como este suelo preguntarme cuál es la pregunta antes de la pregunta. Es decir, no tanto si el libro sí o el libro no, sino qué cultura produce un libro así, para qué cultura un libro así es seductor y exitoso, con qué cultura se choca un libro de estas características, qué pulsiones culturales están detrás del libro. Fernanda García Lao, una escritora a la que admiro, lo dijo de esta forma: «La pregunta no es sobre el escritor, la editorial o el libro concreto. La pregunta es qué los lleva a escudriñar al asesino, un mediocre de manual, como si fuera un bicho interesante, obviando a las víctimas. ¿Cuál es el motor genuino que pone a estos escritores en movimiento?»
Dani: Totalmente de acuerdo contigo. Justo me crucé con el comunicado del autor donde dice que escribe para entender el mundo y que empezó a escribir «El odio» porque no podía entender que alguien asesinara a sus hijos. Y que, si bien el libro puede provocar dolor al reabrir heridas, no lo hará más que otros libros publicados sobre los hechos. Entonces, como ya se ha causado dolor, ¿no importa que se cause un poco más?
Históricamente se han ejercido muchos tipos de violencia bajo la bandera de la libertad de expresión. Y no sé ustedes, amigas, pero yo creo que no todo vale, sobre todo cuando estamos escribiendo sobre la vida de las otras.
Mari: Chicas, que me acabo de enterar que la editorial ha pospuesto indefinidamente la publicación del libro.
Lu: ¡Me alegro! Bien que por el momento no se publique y bien que esto haya hecho aflorar algunos debates que no están resueltos y que -como suele pasar- en momentos de prisas se acostumbra a pasar por encima de ellos sin ahondar en aspectos de fondo. Me quedé pensando en la pregunta de Carla y me vino a la cabeza un artículo que leí, era algo como: “No se puede hablar con un asesino que está más contento con la charla que tú” y pienso que apunta hacia un lugar interesante: ¿cómo sobreviven en la Historia perfiles tan atroces como el de un asesino?, ¿quién los sostiene y bajo qué argumentos se permite socialmente ponerle el micro (y darle un estatus elevado) a una persona que ha asesinado a sus hijos? Esa responsabilidad me parece relevante.
Mari: Y algo más tremendo aún ¿qué tanto poder económico, social, de fama, logra un asesino al contar su historia? Pensar que tantas personas se van a lucrar con el dolor de Ruth y su familia me da escalofríos…
Carla: Totalmente, queridas. Creo que al final nos lleva a preguntarnos cómo la acumulación de poder siempre legitima unas subjetividades sobre otras y sublima unas experiencias invisibilizando otras. Creo que por esta razón seguimos trabajando en la importancia de mirar la literatura con perspectiva de género. Gracias por abrir diálogos que cultivan esta lenta y ardua tarea de observarnos.
Si quieres unirte a esta conversación, nos encantaría poder compartir ideas contigo, ¡te leemos!
Estuve viendo muchos posts con posiciones opuestas. Algunas argumentaban hasta con la libertad de expresión. Lo que más me está costando entender es la falta total de empatía que está teniendo el autor. Como él no lograba encontrarle el sentido a lo que ocurrió, entonces "tenía que" llegar hasta el fondo del asunto. ¿Por qué? ¿Cuál era la necesidad hacer esa "urgente" búsqueda pública y convertirla en una obra para difusión masiva?
Quizá una de las cosas más inquietantes es que haya un público tan amplio para este tipo de historias, cuanto más crudas, mejor. No en balde vemos la cantidad de oferta en series sobre "true crime" que tiene muchísimas temporadas y una audiencia que no para de crecer.
Otra cosa: ¿Con qué autoridad el público lector exige que se le deben dar todas las respuestas, que "deben" conocer la verdadera historia, con todos sus macabros detalles? Porque he leído esos horribles comentarios que dicen que el público "merece saber la verdad".
¿Cómo aporta un texto que está amplificando la voz de un asesino, con el objetivo de alimentar el morbo de un público y los intereses comerciales de una editorial? ¿Es que el mero entretenimiento es una razón suficiente para violentar a una familia?
Lo que me temo es que las medidas de la editorial más bien alimenten el deseo del público por obtener un ejemplar. Siento que aquí, el autor, que es periodista también, se brincó las reglas de la ética a su conveniencia.
Lo siento, chicas, porque quizá estoy muy desinformada con todo esto, pero lo que no entiendo es cómo un señor, que no es una víctima directa, puede apropiarse de algo así, pretender hacer algo con ello.