Escritura y lectura son indisociables para nosotras. Escribimos porque amamos leer y leemos porque amamos escribir. Por eso llevamos muchos años compartiendo libros que nos inspiran y construyendo el corpus de nuestras formaciones con un profundo entusiasmo. A esa lista —interminable, que sigue creciendo más y más— le llamamos La biblioteca Índigo: libros que amamos, que nos duelen, que nos devuelven preguntas sobre nuestros propios procesos creativos o nuestra memoria inefable.
De todas las costumbres y rituales lectores que compartimos, mi momento preferido es el de abrir un libro que Marina me ha regalado y descubrir que lo ha leído antes que yo para dejarme huellas.
Hace diez años que cultivamos una biblioteca común. Desde que nos conocimos recorremos librerías buscando tesoros que iluminen la conciencia de la otra, nos mandamos mensajes que dicen «Te va a encantar este ensayo» o «Pensé en ti leyendo este poema».
De todas las costumbres y rituales lectores que compartimos, mi momento preferido es el de abrir un libro que Marina me ha regalado y descubrir que lo ha leído antes que yo para dejarme huellas: signos de interrogación, corazoncitos y pequeñas anotaciones para que reflexionemos juntas.
Cuando me dio Las trabajadoras, de Mónica Nepote, me dijo: «¿Puede haber un título que sea más adecuado para ti?». Ella sabe que me atraviesa el tema del trabajo y la clase social, pero no sólo porque conoce mis intereses intelectuales, sino porque le he compartido mis heridas más antiguas y mis búsquedas más profundas.
Me produce una gran ternura abrir el poemario por la página 8 y leer su caligrafía en lápiz:
«Hay toda una genealogía de autoras mexicanas cuya poesía es muy cinematográfica, ¿no te parece?».
Envía esta publicación a esa persona con la que compartes los libros que amas.
Continúa leyendo con una prueba gratuita de 7 días
Suscríbete a La intimidad compartida para seguir leyendo este post y obtener 7 días de acceso gratis al archivo completo de posts.